10 Casos de Bullying y Ciberbullying que terminaron en tragedia.

Lara Tolosa. 15 años. 
IN MEMORIAM

01) LARA TOLOSA. 15 AÑOS
LA PLATA. PROVINCIA DE BUENOS AIRES. ARGENTINA.

Se suicidó en plena clase del Colegio Normal Nacional Nro. 1 de La Plata. Provincia de Buenos Aires. Dependiente de la Universidad Nacional de La Plata. Había soportado estoicamente durante dos años situaciones repetidas de bullying.

Ema Sanchez. Víctima mortal de ciberbullying en Argentina.

2) EMA SANCHEZ. 15 AÑOS
BUENOS AIRES. ARGENTINA
IN MEMORIAM 
Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) y la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras (B.S.F.); con la colaboración especial de la OCDE; cada año pierden la vida 200 mil niños y adolescentes en todo el mundo, por causa del bullying y del ciberbullying.

Ema fue víctima de ciberbullying en Buenos Aires, Argentina. Le grabaron un video íntimo que luego se difundió sin su consentimiento en pleno horario escolar y entre compañeros. Las autoridades de la institución minimizaron lo ocurrido. Apenas un “reto” a los responsables. Ningún tipo de contención para la víctima. Un llamado a su mamá para contarle lo que había pasado. Nada más.
El sábado por la mañana, la madre habló con Ema. “Yo estaba enojada, pero no por el video. Realmente era lo que menos me importaba. Me asusté, como cualquier mamá, y la reté porque había estado sola en casa con un chico que no conocíamos. Mirá qué paradójico… Le dije: ‘¿Y si te viola y te mata, y cuando llego de trabajar te encuentro muerta?’ Esas fueron mis palabras. La reté y discutimos”, cuenta.
Nazareno Gitali. Víctima mortal de bullying en Argentina.

3) NAZARENO GITALI. 13 AÑOS
PROVINCIA DE BUENOS AIRES. ARGENTINA.
Nazareno Gitali era un chico de 13 años que se sentaba en el primer banco del aula de su colegio secundario. Arrimaba el pupitre bien cerca del pizarrón blanco. Ponía la mochila a un costado, sacaba su carpeta anillada con la calavera pirata ilustrada en la tapa, miraba al frente y esperaba en silencio, tranquilo.
A veces caminaba solo por los pasillos. Con el tiempo, el silencio de Naza se fue transformando. Los docentes lo descubrían en ataques de enojo. En plena clase empujaba su pupitre o gritaba. Le llamaban la atención con un “otra vez vos”. Comenzó a salir del aula sin permiso. Se iba al patio y no quería regresar. Las preceptoras se enojaban con él y lo señalaban como “el tontito al que hay que medicar”.
“De la nada, Naza revoleó un banco”, “De la nada, grita en el pasillo”. Eso decían desde el colegio cuando llamaban a su mamá, Guadalupe, para que fuera a retirarlo. Ella iba con la tristeza y la impotencia clavadas en la garganta. Sabía que en cada “de la nada” hizo tal cosa, en realidad había mucho. Sus reacciones brotaban después de frases hirientes dichas por lo bajo o acoso físico: golpes en la nuca, empujones y patadas por parte de compañeros y a la vista de docentes, preceptores y directivos.
El último día que fue a clases entró en el aula, estuvo unos minutos y salió al jardín de la escuela. Ahí comenzó a tirar piedras contra un muro. Llamaron a su madre para decirle que “de la nada” salió del aula y no quería regresar.
Naza se suicidó al día siguiente, el 12 de junio de 2024. Fue un miércoles nublado y frío, por la tarde, a la hora en la que solía salir rumbo a la escuela.
En el velatorio, sus padres se enteraron de que en marzo, un chico lo había contactado por Instagram haciéndose pasar por una chica, le pidió un video íntimo y que le dedicara una frase. Luego lo viralizó. En clase, en el recreo o en la calle, muchos de sus compañeros le repetían las palabras que decía frente a la cámara. Creen que ese “fue el detonante”, que “no aguantó tanta maldad y dolor”.
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ONG INTERNACIONAL BULLYING SIN FRONTERAS